La revelación es la comunicación de Dios con el hombre.
Puede ocurrir de muchas formas diferentes. Algunos profetas, como Moisés y José
Smith, hablaron con Dios cara a cara. Algunas personas han tenido una comunicación
personal con ángeles. Otras revelaciones han venido, según lo describió el
élder James E. Talmage, "ora por sueños cuando uno duerme, ora por
visiones cuando las facultades están despiertas."[1]
En sus formas más usuales, la revelación o inspiración viene
por medio de palabras o pensamientos que se comunican a la mente (ver D. y C.
8:2-3; Enós 1:10), mediante una iluminación repentina (ver D. y C. 6:14-15),
mediante sentimientos positivos o negativos con respecto a cursos de acción
propuestos, o aun por medio de representaciones inspiradoras, como en las
artes. Como lo ha declarado el Presidente Boyd K. Packer, "la inspiración
viene más como un sentimiento que como sonido."[2]
Como supongo que ustedes están familiarizados con estas
diferentes formas de revelación o inspiración, he decidido tratar este tema en
términos de una clasificación diferente—el propósito de la comunicación. Puedo
identificar ocho propósitos diferentes que se cumplen con la comunicación que
viene de Dios: (1) testificar, (2) profetizar, (3) consolar, (4) elevar, (5)
informar, (6) restringir, (7) confirmar, y (8) impulsar. Describiré cada uno de
estos en ese orden, dando algunos ejemplos.
Mi propósito al sugerir esta clasificación y al dar los
ejemplos, es persuadir a cada uno de ustedes a que busquen en su propias
experiencias y concluyan que ya han recibido revelación y que pueden recibir
más revelaciones, porque la comunicación de Dios a los hombres y mujeres es
real. El Presidente Lorenzo Snow declaró que es "el gran privilegio de
cada Santo de los últimos Días . . . tener las manifestaciones del espíritu
cada día de nuestra vidas."[3]
El Presidente Harold B. Lee enseñó que "cada hombre
tiene el privilegio de ejercer estos dones y estos privilegios en la conducción
de sus propios asuntos; en la crianza de sus hijos en el camino que deben
seguir; en el manejo de su negocio, o en lo que haga. Es su derecho el gozar
del espíritu de revelación y de inspiración para hacer lo correcto, para ser
sabio y prudente, justo y bueno, en todo lo que haga."[4]
Mientras examino los siguientes ocho propósitos de la
revelación, espero que reconozcan el grado hasta el cual ustedes ya han
recibido revelación o inspiración y que decidan cultivar este don espiritual
para usarlo más frecuentemente en el futuro.
1. El Espíritu Santo testifica o revela que Jesús es el
Cristo y que el evangelio es verdadero.
Cuando el apóstol Pedro afirmó que Jesucristo era el Hijo
del Dios viviente, el Salvador lo llamó bienaventurado, "porque no te lo
reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos" (Mateo
16:17). Esta preciosa revelación puede ser parte de la experiencia personal de
cada buscador de la verdad, cuando se recibe se convierte en una estrella polar
para guiarlo en todas las actividades de la vida.
2. Profetizar es otro propósito o función de la revelación.
Al hablar bajo la influencia del Espíritu Santo y dentro de
los límites de su responsabilidad, una persona puede ser inspirada a predecir
lo que pasará en el futuro.
Quien posee el oficio del profeta, vidente y revelador
profetiza para la Iglesia, como cuando José Smith profetizó con respecto a la
Guerra Civil (ver D. y C. 87) y cuando predijo que los Santos llegarían a ser
un pueblo fuerte en las Montañas Rocallosas. La profecía es parte del
llamamiento de un patriarca. Cada uno de nosotros también tiene el privilegio
ocasional de recibir revelación profética que ilumine eventos futuros en
nuestra vida, como el de un llamamiento que vamos a recibir. Citaré otro
ejemplo, después de que nació nuestro quinto hijo, mi esposa y yo ya no tuvimos
más hijos. Después de más de diez años llegamos a la conclusión de que nuestra
familia ya no sería más grande, lo cual nos entristeció. Entonces un día,
mientras mi esposa estaba en el templo, el Espíritu le susurró que tendría otro
hijo. Esa revelación profética se cumplió más o menos un año y medio después
con el nacimiento de nuestro sexto hijo, al que habíamos esperado durante trece
años.
3. Un tercer propósito de la revelación es el de consolar.
Una revelación de este tipo le llegó al profeta José Smith
en la cárcel de Liberty. Tras muchos meses de condiciones deplorables, él clamó
en dolor y soledad suplicándole al Señor que se acordara de él y de los santos
perseguidos. Esta fue la consoladora respuesta:
"Hijo mío, paz a tu alma; tu adversidad y tus
aflicciones no serán más que por un breve momento; y entonces, si lo
sobrellevas bien, Dios te exaltará; triunfarás sobre todos tus enemigos"
(D. y C. 121:7-8).
El Señor declaró en esa misma revelación que no importaba
que tantas tragedias o injusticias le sobrevinieran al Profeta, "entiende,
hijo mío, que todas estas cosas te servirán de experiencia, y serán para tu
bien" (D. y C. 122:7).
Cada uno de nosotros conoce otros ejemplos de revelaciones
de consuelo. Algunos han sido consolados con visiones de sus seres queridos
fallecidos o al sentir su presencia. La viuda de un amigo me dijo que había
sentido la presencia de su esposo fallecido en la cual le aseguraba su amor y
preocupación por ella. Otros han sido consolados al ajustarse a la pérdida de
un empleo o de un buen negocio o aun de su matrimonio. Una revelación de
consuelo también puede venir como resultado de una bendición del sacerdocio, ya
sea por las palabras expresadas o simplemente por el sentimiento comunicado por
la bendición.
Otro tipo de revelación de consuelo es la seguridad que se
recibe de que un pecado ha sido perdonado. Después de orar durante todo el día
y toda la noche un profeta del Libro de Mormón registró que oyó una voz que le
dijo, "Tus pecados te son perdonados y serás bendecido."
"Por tanto," escribió Enós, mi culpa fue
expurgada" (Enós 1:5-6; ver también D. y C. 61:2). Dicha certeza, que
llega a la persona que ha cumplido todos los pasos del arrepentimiento, brinda
la seguridad de que el precio se ha pagado, que Dios ha escuchado al pecador
arrepentido y de que sus pecados han sido perdonados. Alma describió ese
momento como un tiempo en el que ya no se sintió "atormentado por el recuerdo"
de sus pecados. "Y ¡oh que gozo, y qué luz tan maravillosa fue la que vi!
Sí, mi alma se llenó de un gozo. . . . No puede haber cosa tan intensa y dulce
como lo fue mi gozo" (Alma 36:19-21).
4. Relacionado muy de cerca con el sentimiento de consuelo
está el cuarto propósito o función de la revelación: elevar.
En algún punto de nuestra vida cada uno de nosotros necesita
ser levantado de una depresión, de una sensación de no ser adecuado, o de una
corazonada, o simplemente de una mediocridad espiritual. Debido a que levanta
nuestro espíritu y nos ayuda a resistir el mal y a buscar el bien, yo creo que
el sentirse elevado después de leer las escrituras o de disfrutar de la música,
el arte, o la literatura edificantes, es un propósito distinto de la revelación.
5. El quinto propósito de la revelación es informar.
Este puede consistir de la inspiración que le indica a una
persona las palabras que debe decir en una ocasión particular, por ejemplo en
una bendición patriarcal dicha por un patriarca, o en los sermones u otras
palabras que se digan bajo la influencia del Espíritu Santo. El Señor le mandó
a José Smith y a Sidney Rigdon que alzaran sus voces y que expresaran los
pensamientos que serían puestos en sus corazones, "porque os será dado en
la hora, sí, en el momento preciso lo que habéis de decir" (D. y C.
100:5-6; ver también D. y C. 84:85; D. y C. 124:97).
En algunas sagradas ocasiones, se ha dado información
mediante conversaciones cara a cara con personajes celestiales, como en las
visiones mencionadas en las escrituras antiguas y modernas. En otras
circunstancias, la información necesaria se comunica mediante los suaves
susurros del Espíritu. Un niño pierde una posesión atesorada, ora por ayuda, y
es inspirado a hallarla; un adulto tiene un problema en el hogar, en el
trabajo, o en la investigación genealógica, ora y es guiado a la información
necesaria para resolverlo; un líder de la Iglesia ora para saber a quién quiere
el Señor que llame para ocupar un puesto, y el Espíritu le susurra un nombre.
En todos estos ejemplos—muy conocidos por todos nosotros—el Espíritu Santo
actúa en Su oficio de maestro y revelador, comunicando verdades e información
para la edificación y la guía de quien escucha.
La revelación de Dios sirve para todos estos cinco propósitos:
testimonio, profecía, consuelo, elevar, e información. He hablado de ellos en
forma breve, principalmente citando ejemplos de las escrituras. Ahora hablaré
con más amplitud sobre los otros tres propósitos de la revelación, dando
ejemplos de mi propia experiencia.
6. El sexto tipo o propósito de la revelación es el de
restringirnos de hacer algo.
Por eso, Nefi, a la mitad de un gran sermón en el que
explicaba el poder del Espíritu Santo, súbitamente declara, "Y ahora bien,
. . . no puedo decir más; el Espíritu hace cesar mis palabras" (2 Nefi
32:7). La revelación que refrena es una de las formas más comunes de
revelación. A menudo llega por sorpresa, aunque no hayamos solicitado
revelación o guía acerca de un tema particular. Pero si estamos guardando los
mandamientos de Dios y viviendo a tono con el Espíritu, una fuerza restrictiva
nos apartará de las cosas que no debamos hacer.
Una de mis primeras experiencias en ser refrenado por el
Espíritu sucedió un poco después de haber sido llamado como consejero en una
presidencia de estaca en Chicago. En una de las primeras reuniones de
presidencia, nuestro presidente de estaca propuso que nuestro nuevo centro de
estaca se construyera en un lugar particular. Inmediatamente vi cuatro o cinco
buenas razones por las cuales dicho lugar no era el correcto. Cuando se pidió
mi opinión y consejo, me opuse a la propuesta y expresé cada una de las
razones. Sabiamente, el presidente de estaca propuso que cada uno de nosotros
orara al respecto durante una semana y que lo comentaríamos más en nuestra
siguiente reunión. Empecé a orar sobre el asunto de forma mecánica, y de
inmediato tuve la fuerte impresión de que yo estaba equivocado, que me estaba
oponiendo a la voluntad del Señor y que debía dejar de oponerme a ella. No hace
falta decir que fui refrenado y me uní a la propuesta de la construcción. Por
cierto, la sabiduría de construir el centro de estaca en ese lugar se hizo
evidente muy pronto, incluso para mí. Mis razones en contra fueron de corto
alcance, y muy pronto me sentí agradecido de que se me haya restringido de
confiar en ellas.
Hace algunos años en mi oficina en la Universidad de Brigham
Young (BYU) tomé la pluma del escritorio para firmar un documento que se había
preparado para mi firma, algo que yo hacía al menos una docena de veces cada
día. Ese documento comprometería a la Universidad a seguir un cierto curso de
acción que habíamos decidido tomar. Se habían realizado todas las labores
necesarias, y todo parecía estar en orden. Pero cuando me disponía a firmar el
documento, me sentí tan lleno de presentimientos y pensamientos negativos que
lo puse a un lado y solicité que se revisara otra vez todo el asunto. Así se
hizo y en unos cuantos días se conocieron nuevos datos que mostraron que el
curso de acción sugerido le habría causado a la Universidad muy serios
problemas en el futuro.
En otra ocasión el Espíritu vino en mi ayuda mientras
preparaba un diario de un caso legal. Un diario consiste de varios cientos de
opiniones de las cortes, agregándoles material explicativo así como un texto
escrito por quien lo prepara. Mi ayudante y yo habíamos terminado casi todo el
trabajo del libro, lo cual incluía la investigación necesaria para estar
seguros que las opiniones de la corte no habían sido revertidas o anuladas.
Justo antes de mandar el libro al impresor, estaba revisando el manuscrito cuando
una opinión en particular me llamó la atención. Al verla tuve un profundo
sentimiento de incomodidad. Le pedí a mi ayudante que verificara otra vez dicha
opinión para ver que todo estuviera en orden. Él me reportó que todo estaba
bien. Al hacer una revisión posterior al manuscrito ya terminado, fui detenido
nuevamente en ese caso otra vez con sentimientos de incomodidad. En esa ocasión
yo mismo fuí a la biblioteca. Allí descubrí en algunas publicaciones que
acababan de llegar, que ese caso había revertido en una corte de apelaciones.
Si esa jurisprudencia se hubiera publicado en mi diario, habría causado una
vergüenza profesional muy seria. Me salvó el poder restrictivo de la
revelación.
7. Confirmar. Una forma común de buscar revelación, consiste
en proponer un curso de acción particular, y luego orar por inspiración que lo
confirme.
El Señor explicó este tipo de revelación que confirma cuando
Oliverio Cowdery falló en sus esfuerzos por traducir el Libro de Mormón:
"He aquí, no has entendido; has supuesto que yo te lo concedería cuando tu
no pensaste sino en pedirme.
"Pero he aquí, te digo que debes estudiarlo en tu
mente; entonces has de preguntarme si está bien; y si así fuere, haré que tu
pecho arda dentro de ti; por tanto, sentirás que está bien" (D. y C.
9:7-8).
De igual manera, el profeta Alma compara la palabra de Dios
a una semilla y les dice a las personas que estudian el evangelio que si dan
lugar a que la semilla sea plantada en sus corazones, la semilla ensanchará su
alma e iluminará su entendimiento y empezará a ser deliciosa para ellos (ver
Alma 32). Ese sentimiento es la revelación del Espíritu Santo que confirma la
veracidad de la palabra.
Hace algunos años, al hablar en BYU sobre el tema
"Albedrío o Inspiración," el élder Bruce R. McConkie enfatizó nuestra
responsabilidad de hacer todo lo que podamos antes de buscar una revelación. él
citó un ejemplo muy personal. Cuando empezó a buscar una compañera para la
eternidad, él no se acercó al Señor para preguntarle con quien debía casarse.
"Salí y encontré a la señorita que quería," nos dijo, "Ella era
adecuada para mí; . . . parecía. . . . que así debía ser . . . [entonces] todo
lo que hice fue orar al Señor y pedirle alguna guía y dirección con respecto a
la decisión que había tomado."[5]
El élder McConkie resumió su consejo acerca del equilibrio
entre el albedrío y la inspiración de la siguiente manera: "Se espera que
usemos los dones y los talentos y habilidades, el sentido común, la capacidad
de juzgar y el albedrío con que hemos sido investidos . . . Se encuentra
incluido en el pedir con fe, el requisito de que primero hemos de hacer todo lo
que esté a nuestro alcance para lograr la meta que queremos. . . . Se espera
que hagamos todo lo que podamos, y entonces buscar una respuesta del Señor, un
sello de confirmación de que hemos llegado a la conclusión correcta."[6]
Cuando era Representante Regional tuve el privilegio de
trabajar con cuatro miembros del Quórum de los Doce y con otras Autoridades
Generales mientras buscaban la inspiración al llamar a Presidentes de Estaca.
Todos hicieron lo mismo. Entrevistaron a personas que vivían en la
estaca—consejeros en la presidencia de estaca, miembros del sumo consejo,
obispos, y otros que tenían experiencia en la administración de la Iglesia—les
hicieron preguntas y escucharon su consejo. Al irse efectuando las entrevistas,
los siervos del Señor en actitud de oración tomaron en cuenta a cada persona
mencionada y entrevistada. Al terminarlas hicieron una decisión tentativa con
respecto a quién sería el nuevo presidente de estaca. Esa propuesta fue
presentada en oración ante el Señor. Si era confirmada, se extendía el
llamamiento. Si no era confirmada, o si había alguna restricción, esa propuesta
se dejaba de lado y el procesó continuaba hasta que se llegaba a una nueva
propuesta y se recibía la revelación de confirmación.
Algunas veces las revelaciones de confirmación y de
restricción se combinan. Por ejemplo, durante mi servicio en BYU se me invitó a
dar un discurso ante una asociación nacional de abogados. A causa de que eso
tomaría muchos días de preparación, era el tipo de invitaciones que declinaba
rutinariamente. Al empezar a dictar una carta para declinar esa invitación en
particular, me sentí restringido. Hice una pausa y reconsideré mi acción. Tomé
en cuenta en qué forma podría aceptar la invitación, y cuando lo vi bajo esa
luz, sentí la certera confirmación del Espíritu y supe que eso era lo que debía
hacer.
El discurso que resultó, "Una Universidad Privada
considera la reglamentación del Gobierno," abrió la puerta a una gran
cantidad de oportunidades importantes. Fui invitado a dar ese mismo discurso
ante varios grupos de prominencia nacional. Fue publicado en Vital Speeches
[Discursos Vitales], en un periódico profesional, y en varios otros periódicos
y libros, de los cuales se usó como una declaración significativa de los
intereses de las universidades privadas en cuanto a la libertad de no estar
sujetos a los requisitos del gobierno. Este discurso llevó a que BYU fuera
consultada por varios grupos de iglesias pidiendo consejo con respecto a la
relación adecuada entre el gobierno y los colegios asociados con iglesias. Esas
consultas a su vez contribuyeron a que se formara una organización nacional de
escuelas y universidades asociadas a iglesias que ha probado ser una magnífica
coalición para oponerse en lo futuro a los reglamentos gubernamentales injustos
o poco sabios. Al ver en retrospectiva ese evento, no tengo dudas de que esa
invitación que casi rechacé fue una de esas ocasiones en las que un hecho al
parecer insignificante marcó una gran diferencia.
Esas son las ocasiones en las que es vital que recibamos la
guía del Señor, y esas son las veces en que la revelación vendrá a ayudarnos si
es que la escuchamos y le hacemos caso.
8. Impulsar. El octavo propósito o tipo de revelación
consiste en aquellas instancias en las que el Espíritu estimula a la acción a
alguien.
Este no es un caso en el cual una persona se propone hacer
algo y el Espíritu lo confirma o lo refrena. Se trata del caso en que la
revelación viene sin buscarla e impulsa a la persona a que haga algo que no
pensaba hacer. Obviamente, este tipo de revelación no es tan frecuente como los
otros, pero su misma rareza la hace más significativa.
Un ejemplo de las escrituras se encuentra registrado en el
primer libro de Nefi. Después de haber intentado obtener los registros
preciosos del salón del tesoro en Jerusalén, el Espíritu del Señor le mandó que
matara a Labán al encontrarlo ebrio en la calle. Esta no era la intención de
Nefi y se sobrecogió y se opuso al Espíritu, pero nuevamente fue compelido a
matar a Labán, y al fin obedeció a la revelación (ver 1 Nefi 4).
Los estudiosos de la historia de la Iglesia recordarán el
relato de Wilford Woodruff en el cual una noche le vino la impresión de que
debía mover su carromato y sus mulas lejos de una árbol. Así lo hizo, y su
familia y sus animales se salvaron ya que el árbol fue derribado por un tornado
que azotó treinta minutos después.[7]
Mi abuela Chasty Olsen Harris tuvo una experiencia semejante
cuando era una jovencita. Estaba cuidando a unos niños que jugaban en el cauce
de un río seco cerca de su casa en Castle Dale, Utah. De repente oyó una voz
que la llamó por su nombre y le mandó que sacara a los niños del río y que los
subiera a la orilla. Era un día despejado, y no había indicios de que fuera a
llover. No vio razones para obedecer la voz así que continuó jugando. La voz le
habló otra vez, apurándola. Esta vez obedeció la advertencia. Reunió a los
niños muy rápidamente y corrieron hacia la orilla. Tan pronto como alcanzaron
la orilla, una enorme pared de agua, que se originó en las montañas a muchas
millas de distancia a causa de un chaparrón, pasó rugiendo por donde los niños
habían estado jugando. De no haber sido por esa revelación impulsora, ella y
los niños hubieran muerto.
El profesor Marvin Hill y yo teníamos nueve años trabajando
en el libro Carthage Conspiracy [La Conspiración de Cartago] que trata acerca
del juicio a los asesinos de José Smith, en el año 1845. Teníamos varios juegos
de minutas del juicio; algunas tenían el nombre de su autor y otras no estaban
firmadas. Las minutas más completas no estaban firmadas, pero debido a que las
habíamos conseguido en la Oficina del Historiador de la Iglesia, estábamos
seguros que se trataba de las minutas preparadas por George Watt, el escribano
oficial de la Iglesia, que fue enviado para que registrara los procedimientos
del juicio. Así lo hicimos notar en siete borradores del manuscrito de nuestro
libro y revisamos todas nuestras fuentes en base a esa suposición.
Finalmente, el libro se terminó, y en unas pocas semanas
mandaríamos el manuscrito final al impresor. Mientras estaba en mi oficina en
BYU un sábado por la tarde, me sentí impelido a revisar un conjunto de libros y
folletos que no habíamos estudiado y que estaba en una mesa detrás de mi
escritorio. En la parte de abajo de una pila de 50 0 60 publicaciones
distintas, encontré un catálogo impreso de las cosas que había en el Museo de
Wilford C. Wood, y cuyo autor, el profesor LaMar Berrett, me había enviado un
año y medio antes. Al mirar rápidamente este catálogo de los manuscritos de la
Historia de la Iglesia, me fije en la página que describía el manuscrito de las
minutas del juicio que le habíamos atribuido a George Watt. Esta página del
catálogo decía que Wilford Wood había comprado en Illinois el original de esas
minutas y le había dado a la iglesia la versión mecanografiada que habíamos
obtenido en la oficina del Historiador.
De inmediato fuimos al museo Wilford Wood que se encuentra
en Woods Cross, Utah, y allí conseguimos información adicional que nos permitió
determinar que las minutas que creíamos que era la fuente oficial de la
Iglesia, habían sido preparadas por uno de los abogados defensores. Volvimos a
la Oficina del Historiador de la Iglesia y pudimos localizar por primera vez el
juego original de las minutas del juicio preparadas por George Watt y que son
oficiales y auténticas. El descubrimiento de estos documentos nos evitó un
error muy grave en la identificación de una de nuestras principales fuentes de
información y nos permitió enriquecer el contenido de nuestro libro de forma
muy significativa. La impresión que recibí ese día en mi oficina es un ejemplo
muy apreciado de la manera en que el Señor nos ayudará en nuestros propósitos
profesionales rectos si es que calificamos para recibir las impresiones de Su
Espíritu.
Poco después de empezar mi servicio en BYU, tuve otra
experiencia especial con la revelación que impulsa. Como nuevo presidente, y
sin experiencia, tenía muchos problemas que analizar y muchas decisiones que
tomar. Por eso dependía mucho del Señor. Un día de octubre fui al Cañón de
Provo para meditar en un problema particular. Aunque estaba solo y sin ningún
tipo de interrupciones, me di cuenta que no me podía concentrar en el problema
que me ocupaba. Otro asunto pendiente para el cual no estaba listo para
analizar estaba metiéndose en mi mente: ¿Debíamos cambiar el calendario escolar
a fin de terminar el semestre de otoño antes de la navidad?
Después de diez o quince minutos de esfuerzos infructuosos
por eliminar este tema, comprendí qué era lo que estaba pasando. Me parecía que
no era el momento de tratar el tema del calendario, y por lo mismo, no estaba
buscando orientación al respecto, pero el Espíritu estaba tratando de
comunicarse en este tema. Inmediatamente dediqué toda mi atención a ese asunto
y empecé a registrar en una hoja de papel todas mis ideas. En unos cuantos
minutos ya había anotado todos los detalles para un calendario de tres
semestres con todas sus poderosas ventajas.
Regresé de prisa a la universidad y comenté el caso con mis
colegas y se entusiasmaron mucho. Unos días después La Junta de Directores
aprobó nuestro nuevo calendario propuesto, y publicamos sus fechas, justo a
tiempo para hacerlo efectivo en el otoño de 1972. Desde entonces, he leído una
y otra vez estas palabras del profeta José Smith y comprendí que tuve la
experiencia que él describe: "Una persona podrá beneficiarse si percibe la
primera impresión del espíritu de la revelación. Por ejemplo, cuando sentís que
la inteligencia pura fluye en vosotros, podrá repentinamente despertar en vosotros
una corriente de ideas, . . . y así, por conocer y entender el Espíritu de
Dios, podréis crecer en el principio de la revelación."[8]
Ya he descrito ocho tipos o propósitos diferentes de la
revelación: (1) testificar, (2) profetizar, (3) consolar, (4) elevar, (5)
informar, (6) restringir, (7) confirmar, e (8) impulsar. Cada uno de estos se
refiere a las revelaciones que se reciben. Antes de terminar, sugeriré unas
cuantas ideas acerca de las revelaciones que no se reciben.
Primero, debemos entender lo que puede ser llamado como el
principio de "la responsabilidad en la revelación". La casa de
nuestro Padre Celestial es una casa de orden, en la cual se manda a Sus siervos
a "obrar en el oficio al cual fuere[n] nombrado[s]" (D. y C. 107:99).
Este principio es aplicable a la revelación. únicamente el Presidente de la
Iglesia recibe revelación para guiar a toda la Iglesia. Solamente el presidente
de una estaca recibe revelación para la guía especial de esa estaca. La persona
que recibe revelación para el barrio es el obispo. Para la familia, es el
principal poseedor del sacerdocio en la familia. Los líderes reciben revelación
para sus áreas de responsabilidad. Los individuos pueden recibir revelación
para guiar sus propias vidas.
Pero cuando una persona pretende recibir revelación para
otra persona fuera de su propia área de responsabilidad—como el miembro de la
Iglesia que clama tener revelación para dirigir a toda la Iglesia o una persona
que clama tener revelación para dirigir a otra persona sobre la cual no tiene
autoridad de presidencia de acuerdo al orden de la Iglesia—pueden estar seguros
que tal revelación no es del Señor. "Hay señales falsas."[9] Satanás
es un gran engañador, y él es la fuente de algunas de estas revelaciones
espurias. Las otras son imaginarias.
Si una revelación está fuera de los límites de tu
responsabilidad específica, sabes que no viene del Señor y por lo tanto no
estás obligado por ella. He oído de casos en los que un joven le dijo a una
señorita que debía casarse con él porque había recibido una revelación de que
ella debía ser su compañera eterna. Si esta es una revelación verdadera, le
será confirmada directamente a ella, si es que ella lo quiere saber. Mientras
tanto, ella no tiene obligación de obedecerla. Ella debe buscar su propia guía
y poner en orden su mente. El hombre puede recibir revelación para dirigir sus
propias acciones, pero él no puede recibir revelación apropiada para dirigir
las acciones de ella. Ella está fuera de su jurisdicción.
¿Y que de las ocasiones en las que buscamos revelación y no
la recibimos? No siempre que solicitamos inspiración o revelación la recibimos.
Algunas veces se demora la recepción de la revelación, y otras veces se nos
permite usar nuestro propio juicio. No podemos forzar las cosas espirituales. Y
así debe ser. El propósito de nuestra vida, que es obtener experiencia y ganar
fe, se frustraría si nuestro Padre Celestial nos dirigiera en cada hecho, aun
en cada hecho importante. Debemos tomar decisiones y experimentar sus
consecuencias a fin de que desarrollemos la fe y la confianza en nosotros
mismos.
Algunas veces no recibimos respuesta a nuestras oraciones,
aun en las decisiones que consideramos muy importantes. Esto no quiere decir
que nuestras oraciones no han sido escuchadas. Esto solo significa que hemos
orado por una decisión que, por una razón u otra, debemos tomar sin la guía de
la revelación. Quizás hemos pedido guía para escoger entre alternativas que son
igualmente aceptables o igualmente inaceptables. Me permito sugerir que no hay
una respuesta correcta o equivocada para cada pregunta. Para muchas preguntas
solamente hay dos respuestas correctas o dos respuestas equivocadas. De esta
forma, una persona que busca inspiración para decidir de cual de dos maneras se
puede desquitar de otra persona que le hizo daño, es posible que no reciba una
revelación. Tampoco la recibirá una persona que no tiene que decidir a causa de
un evento futuro que se interpondrá, por ejemplo, que haya una tercera
alternativa que sea claramente preferible. Una vez, mi esposa y yo estuvimos
orando fervientemente para recibir guía para una decisión que parecía ser muy
importante. No llegó ninguna respuesta. Se nos dejó solos para proceder en base
a nuestro mejor juicio. No entendíamos el por qué el Señor no nos había ayudado
con una impresión de confirmación o de restricción. No pasó mucho tiempo sin
que supiéramos que no teníamos que tomar una decisión en esa cuestión ya que
algo había sucedido que hizo que ya no se necesitara la decisión. El Señor no
nos iba a guiar en escoger algo no necesario.
Es muy probable que una persona no reciba respuesta si busca
ayuda para decidir entre dos cosas que son igualmente aceptables para el Señor.
Así que, hay ocasiones en las que podemos ser igualmente útiles en dos lugares
distintos. Cualquier respuesta es correcta. De igual manera, el Espíritu del
Señor no nos dará revelación en asuntos triviales. Una vez en una reunión de
testimonios escuché a una joven mujer que elogiaba la espiritualidad de su
esposo, diciendo que él le presentaba al Señor cada pregunta que tenía. Dijo
que la acompañaba a hacer las compras y que ni siquiera escogía entre dos
marcas de vegetales enlatados sin que primero hiciera una oración al respecto.
Esto me suena a algo indebido. Yo creo que el Señor espera que usemos la
inteligencia y la experiencia que nos ha dado para que hagamos este tipo de
decisiones. Cuando un miembro le pidió consejo al Profeta José Smith en cierto
asunto particular, el Profeta declaró: "Es una gran cosa el pedir de las manos
del Señor o el venir a Su presencia; y nos sentimos temerosos de acercarnos a
él sobre asuntos de poca o ninguna importancia."[10]
Por supuesto, no siempre podemos juzgar si algo es trivial.
Si parece que un asunto es de poca importancia, debemos proceder en base a
nuestro propio juicio. Si la decisión es importante debido a cosas que
desconocemos, tal como la invitación para hablar que comenté anteriormente, o
escoger entre dos latas de vegetales cuando una contiene veneno, el Señor
intervendrá y nos dará la ayuda. Cuando una decisión marcará una diferencia en
nuestras vidas—sea obvia o no—y si estamos viviendo a tono con el Espíritu y
buscamos su ayuda, podemos estar seguros de que recibiremos la guía que
necesitamos para lograr nuestra meta. El Señor no nos dejará sin ayuda cuando
una decisión sea importante para nuestro bienestar eterno.